miércoles, octubre 18, 2006

Diccionario Panhispánico de dudas

Uno de los términos que hasta ahora se empleaba de manera muy extendida en la lengua española, aunque de forma incorrecta, eran los ordinales "decimoprimero" y "decimosegundo". Hasta el punto que incluso en los medios de comunicación era frecuente escucharlos. Y de hecho, siempre se nos ha enseñado que era incorrecto su utilización, y que en su lugar debíamos emplear los términos "undécimo u onceno" y "duodécimo". Pues bien, como he escrito en la línea anterior, ERA INCORRECTO, ya que la RAE, en su primera edición del Diccionario Panhispánico de Dudas (octubre de 2005), ya las admite como correctas, aunque indicando que se prefieren los términos "undécimo", "onceno" y "duodécimo. Os dejo plasmado de forma literal lo que dice la RAE:

undécimo -ma. 1. Como adjetivo ordinal significa ‘que sigue inmediatamente en orden al décimo’: «Ocupa la undécima posición en la clasificación general» (DYucatán [Méx.] 4.7.96). Esta es la forma etimológica y la preferida en el uso culto, aunque hoy es frecuente la forma analógica decimoprimero, también válida ( ordinales, 2c y 3).

2. El ordinal undécimo puede funcionar asimismo como numeral fraccionario, con el sentido de ‘onceavo’ ( fraccionarios, 2): «El PSG ha ingresado cerca de 1000 millones de pesetas, la undécima parte de la bolsa» (Vanguardia [Esp.] 20.8.95). Esto no significa que el fraccionario onceavo pueda, a la inversa, funcionar como ordinal: no debe decirse, pues, el onceavo piso, sino el undécimo piso (fraccionarios, 5).

duodécimo -ma. 1. Como adjetivo ordinal significa ‘que sigue inmediatamente en orden al undécimo’: «Era la noche de mi duodécimo cumpleaños» (Campos Desierto [Esp. 1990]). Esta es la forma etimológica y la preferida en el uso culto, aunque hoy es muy frecuente la forma analógica decimosegundo, también válida (ordinales, 2c y 3).

2. El ordinal duodécimo puede funcionar asimismo como numeral fraccionario, con el sentido de ‘doceavo’ (fraccionarios, 2): «Unidad inglesa de medida que equivale a la duodécima parte del pie: pulgada» (Ramírez Baile [Nic. 1995]). Esto no significa que el fraccionario doceavo pueda, a la inversa, funcionar como ordinal; no debe decirse, pues, el doceavo piso, sino el duodécimo piso (fraccionarios, 5).

La información completa la podéis ver en

http://buscon.rae.es/dpdI/SrvltGUIBusDPD?lema=ordinales

dentro del DICCIONARIO PANHISPÁNICO DE DUDAS de la RAE, (edición octubre 2005). Lengua_

domingo, octubre 15, 2006

World Overshoot Day

Creo que sobran los comentarios. Somos casi 6600 millones de personas en el mundo, y vamos agotando cada año más rápido los recursos que nos ofrece nuestro planeta. En concreto, este año 2006, la fecha del 9 de octubre ha sido señalada como aquella en la que hemos agotado todos los recursos que es capaz de regenerar La Tierra en un año. Si comparamos con la fecha que se dio para 1987, (un diecinueve de diciembre), vemos como cada año que pasa destruimos y consumimos más recursos sin que demos tiempo a los ecosistemas de nuestro planeta a que puedan ser regenerados, de manera que vamos hipotecando cada vez más nuestro futuro (y el de nuestros descendientes).

Podéis encontrar más información aquí:

http://www.footprintnetwork.org/gfn_sub.php?content=overshoot

Más datos sobre la población mundial (calculada a mediados de 2005), en el siguiente enlace:

http://www.prb.org/pdf05/05WorldDataSheet_SP.pdfEcologia_

jueves, octubre 05, 2006

¿Lazos posibles ... o sólo probables?

Estoy convencido que mi desconocimiento en todos los aspectos me llevan a tener una concepción demasiado idealista del mundo de la investigación. Aún así, a pesar de poder ser una idea totalmente pueril, no me resisto a exponerla. Escucho siempre que la empresa, o al menos la mayoría de empresas españolas, no muy grandes (estoy descartando las multinacionales), no pueden permitirse invertir en I+D+i porque sus beneficios no son tan elevados como para poder abrir un departamento de ese estilo. A veces ocurre el caso que la empresa se arma de valor y abre un departamento, y a los pocos meses debe cerrarlo por escasa o nula rentabilidad. En el otro extremo tenemos a las universidades. ¿Qué mejor propaganda para una universidad que sus trabajos puedan ser explotados por empresas? Todo ello sin contar los beneficios económicos, así como las posibles becas y contratos que se pueden ofrecer a los recién egresados. Según este planteamiento (ya digo, puedo pecar de extremadamente simplista), las empresas pueden querer tener un sector I+D+i para estudiar mercados futuros, y las universidades necesitan de las empresas para hacer conocer su trabajo; por tanto, parece lógico que ambas se complementan y que podrían ir de la mano.

¿Por qué no hacer un puente entre ambos? No tiene sentido (a mi modesto entender), ofertar no digo ya proyectos fin de carrera, pero sí líneas de investigación, temáticas de tesis, que en su mayoría no estén avaladas por empresas. ¿No sería posible llegar a acuerdos que beneficiaran a ambos? Un acuerdo por el cual una empresa colabora con una universidad para la creación de líneas de investigación I+D: se becan o se ofertan contratos en prácticas a los alumnos implicados, tutorizados por sus correspondientes directores de tesis o tutores de proyecto, apoyados en el grupo que conforman, si no todo el departamento, sí al menos los profesores/investigadores que conformen una misma área de conocimiento, y revisada y aconsejada por la empresa, aprovechando su mejor conocimiento de mercado, además de financiada parcialmente, al menos en las primeras colaboraciones. Porque además, si una colaboración va bien, reporta beneficios de toda índole: se consiguen resultados y publicaciones para la universidad en cuestión, por lo que podrán tener más aval para pedir financiaciones públicas (de ahí que haya dicho antes que las empresas financiarían parcialmente las primeras colaboraciones). Por otra parte, se consigue formar adecuadamente a los alumnos en cuestión, se conoce su manera de trabajar (pudiendo tener su lugar de trabajo tanto en el laboratorio universitario como en la propia sede de la empresa), de manera que estos tendrían prioridad para ingresar en la empresa o para acometer un nuevo contrato con la universidad (esto debería ser discutido inicialmente, ya que las ilusiones de cada persona son diferentes). Por tanto la universidad gana currículum, gana prestigio, se forman buenos profesionales conocidos por la empresa y la universidad y además la empresa se beneficiaría en forma de patentes, etc, de los resultados obtenidos, de manera que tuviera un gran conocimiento de tecnologías futuras (o no tan futuras) que les permitieran explotarlas comercialmente. Universidad_

lunes, octubre 02, 2006

Mundos distintos, concepciones antagónicas

Si miramos textos científicos de hace 40 o 50 años, nos daremos cuenta de que muchas de las cosas que entonces se descubrían y se publicaban se están explotando hoy día. Seguramente se trata de algo sabido por todos, pero no deja de ser inquietante el influjo de la economía en casi todos los aspectos de la vida. Podríamos poner un ejemplo bastante cercano: el CD, que tan de moda lleva desde la década de los noventa, fue un invento que tuvo su concepción a finales de los años sesenta y patentado en 1970 por el físico James T. Russell, quién no estaba de acuerdo con la calidad ofrecida por el vinilo. Como el CD, casi cualquier aparatito tecnológico que disponemos ha sido comercializado bastantes años después de su concepción. La razón es simplemente la explotación comercial, el beneficio que buscan fundamentalmente las empresas. Algo que no es malo, pero que provoca que tengamos asegurado que durnate los próximos 40 años puedan surgir nuevos avances tecnológicos aun cuando toda la investigación mundial se detuviera. Quizás en la medicina esto no sea tan patente como en la tecnología, que es la temática que ocupa en este blog.... O quizás sí, ya que también hay grandes intereses económicos detrás de muchas de las empresas farmacológicas.

Comento todo esto ya que el desfase existente entre el punto en el que se encuentra la investigación y el punto en el que se encuentra la tecnología comercial es casi el mismo que el que mantienen universidades y centros de investigación con dichas empresas. Por ejemplo, UMTS casi es una tecnología aún incipiente entre los consumidores de la calle cuando en las universidades se tiene bastante avanzado el estudio de la cuarta generación de comunicaciones móviles e incluso por donde puede ir la quinta. ¿Por qué con un ordenador menos potente que un Spectrum de los años ochenta se tenía el control necesario para mandar hombres a La Luna a finales de los sesenta y principios de los setenta y sin embargo, desde 1972 en que los astronautas Cerman y Schmitt pasaron 73 horas cerca del Mar de la Tranquilidad no se ha vuelto a mandar a nadie? Detrás de la respuesta, nos guste o no, siempre se esconden intereses económicos.

De esta manera, se siguen haciendo cantidad de documentos científicos de gran calidad que no interesan explotar en un presente, y se posponen para un futuro inmediato. De esta manera, un número elevado y creciente de tales trabajos se van acumulando y esperando ser descubiertos. A ello unamos el sistema viciado que rodea el mundo de la investigación en el que se prima tener muchas publicaciones (cantidad) por encima de la calidad; sistema que valora por igual un letter de dos carillas que un trabajo de 50. Al menos en Europa, porque es cierto que ahí EEUU sí nos saca ventaja, y sí que valoran con distinto rasero al letter que al trabajo más extenso. Pero salvo esa excepción (y alguna que otra honrosa), el sistema está "corrupto", de manera que un investigador, un futuro profesor de universidad, etc., por intentar asegurar su plaza, se verá impulsado por el propio sistema a reinventarse a sí mismo, a autoplagiarse en muchas ocasiones, a hacer pequeñas diferencias banales en sus artículos, de manera que consiga acumular un número mayor de publicaciones. Esto no es ciencia como tal, o al menos como cualquier persona normal podría imaginársela. Se va perdiendo la esencia de la investigación, aquella en la que un grupo de personas se esforzaban en sacar algo de manera paciente y que, por desgracia, en la mayoría de las ocasiones no lo conseguían. Sin embargo, su trabajo, incluso cuando no fuese fructífero en los objetivos marcados, sí que tenía una gran validez: señalaban un camino por el cual era infructuoso seguir. Su trabajo es digno de ser reconocido. De los errores también se aprende (y más incluso que de los aciertos), por lo que puede verse terriblemente injusto dejar fuera a personas muy válidas que consiguen desarrollar buenos trabajos y que saben cooperar entre ellos, pero que tienen la desgracia de que su utilidad será la de que otras personas aprendan también de su experiencia y sepan a qué atenerse en situaciones parecidas. Bien al contrario, estos grupos no son vistos como creadores de beneficio (aparente) a corto plazo, y, por tanto, son rechazados, fundamentalmente en un ambiente empresarial, mucho más exigente en resultados para un futuro inmediato. Por todo ello, no nos debe extrañar si en la actualidad, un porcentaje bastante elevado de textos que se catalogan como científicos disten mucho de serlo, y sólo sirvan a su autor para aumentar su currículum y reforzar su posición.

Con todo esto, lo que pretendo comentar es la gran diferencia que hay entre el mundo empresarial y el mundo de la investigación. En el primero sólo valen los aciertos y aquello que genere beneficio de manera inmediata. El grupo de investigadores que antes comentaba que finalmente concluye que el camino escogido no es válido, no tiene cabida en este tipo de ambiente. Por otra parte, la empresa tiene como positivo su gran capacidad de selección, el ser capaz de apostar (en la mayoría de los casos) por productos de gran calado social. En sentido contrapuesto, muchas de las investigaciones que se realizan en la actualidad tanto en universidad como en centros de excelecia, son casi innecesarias y solo tienen el sentido de aumentar el currículum del investigador o grupo de investigación en cuestión. De ahí la cantidad de trabajos que quedan publicados año tras año, algunos (con contenido de calidad) esperando ser descubiertos, otros de poca relevancia, interfiriendo en el descubrimiento de los primeros y finalmente, trabajos que esperan que tecnologías más antiguas y peores terminen de ser explotadas económicamente para abrirse paso en el mercado, rezando porque cuando se decida apostar por ellos, no haya aparecido alguna otra idea mejor y más rentable que los deje eternamente en el olvido. El día que todo este maremagnum se termine casando, seguramente que la humanidad (o al menos el consumidor de a pie) lo terminará agradeciendo. Pero para ello, estoy convencido que empresa y universidad deben ir más de la mano, complementarse entre ellas y ofrecer al otro sus fortalezas inherentes.
Universidad_